A finales de la década de 1990, México permitió la doble nacionalidad, y en 2005-2006 otorgó derechos políticos limitados para los mexicanos residentes en el exterior. Estos avances “hacia afuera” contrastan con el tratamiento hacia comunidades específicas al interior del país. Por un lado, los extranjeros residentes siguen completamente vedados de participación en la vida pública de México, incluso en el ámbito más básico y local. Ello va en contra de las tendencias mundiales, particularmente las latinoamericanas. Por otro lado, los ciudadanos mexicanos por naturalización, así como los mexicanos con doble nacionalidad, enfrentan una discriminación legalmente sancionada en sus derechos políticos y laborales, lo que ha creado un sistema de ciudadanías desiguales. Para explicar esto, se analiza la influencia del llamado Nacionalismo Revolucionario y su radical desconfianza hacia cualquier otra influencia (política, social y cultural) por parte del exterior, así como su insistencia en la composición de México como una nación ‘mestiza’, en tanto heredera de indígenas y españoles