El primer dato de la geografía centroamericana es una imponente cadena de volcanes que se extiende por más de mil kilómetros a lo largo del istmo. Denominada por los vulcanólogos como Arco Volcánico Centroamericano, esa cadena contiene alrededor de cincuenta volcanes activos que presentan una gran variedad de formas. Entre las que destacan los estratovolcanes, con conos altos y esbeltos, como el volcán de Agua en Guatemala, de 3760 metros de altura, y los volcanes complejos, que se levantan como grandes montañas extendidas, como el volcán Irazú en Costa Rica, de 3432 metros de altura. Con la excepción de Honduras, todos los estados centroamericanos tienen volcanes activos, a los pies de los cuales, se extienden las ciudades y los valles donde se ha concentrado históricamente la población en la región. A pesar de la presencia reiterada de estas eminencias en el paisaje, existen pocos estudios que hayan abordado la pregunta por la influencia de los volcanes en los procesos de construcción de estado-nación y modernidad en la región. Enfocándose en el período 1880s-1940s, un período clave para la formación del estado-nación y la comprensión moderna de los volcanes en Centroamérica y el mundo, esta tesis va tras esa pregunta. Basándose en una variedad de fuentes producidas por observadores volcánicos centroamericanos y foráneos, y contra una arraigada tendencia en la historia intelectual de las montañas a mirar estos hitos como espacios desconectados de la historia y la temporalidad humanas, el trabajo plantea que los volcanes, con su presencia eminente en el paisaje, influyeron en la forma en que los centroamericanos se pensaron a sí mismos y al lugar de Centroamérica en el mundo, y fueron incorporados en los proyectos de modernidad de la región como un recurso valioso para aspectos medulares de los procesos de construcción de estado-nación, tales como la escritura y las conmemoraciones históricas, la exploración y producción de conocimiento y el ensayo de nuevas actividades económicas típicamente modernas, como el turismo.
The first feature of Central American geography is an imposing chain of volcanoes that extends for more than a thousand kilometers along the isthmus. Referred to by volcanologists as the Central American Volcanic Arc, this chain contains around fifty active volcanoes with a great variety of shapes. Among them are the stratovolcanoes, with tall and slender cones, such as the Agua volcano in Guatemala, which rises to 3760 meters, and the complex volcanoes, which appear as large extended mountains, such as the Irazú volcano in Costa Rica, at 3432 meters. With the exception of Honduras, all Central American states have active volcanoes, at the foot of which lie the cities and valleys where the region's population has historically been concentrated. Despite the repeated presence of these eminences in the landscape, there are few studies that have addressed the question of the influence of volcanoes on the processes of nation-state building and modernity in the region. Focusing on the period 1880s-1940s, a key period for the formation of the nation-state and the modern understanding of volcanoes in Central America and the world, this thesis addresses that question. Drawing on a variety of sources produced by Central American and foreign volcano observers, and against a long-standing tendency in the intellectual history of mountains to view these landmarks as spaces disconnected from human history and temporality, the thesis argues that volcanoes, with their eminent presence in the landscape, influenced how Central Americans thought of themselves and Central America's place in the world, and were incorporated into the region's projects of modernity as a valuable material and intellectual resource for core aspects of the nation-state building process, such as historical writing and commemorations, the exploration and production of knowledge, and the testing of new, typically modern economic activities such as tourism.