Los antropólogos forenses buscan descifrar las huellas de la muerte anónima, devolverles a los restos humanos un nombre y a sus familiares la posibilidad de hacer el duelo y también la justicia. El artículo explora la aportación y los sentidos de la antropología forense ejercida por fuera del Estado y más allá de una mera criminalistica, tal y como fue conceptualizada por los pioneros argentinos al término de la última dictadura militar de aquel país. Propongo concebirla como una suerte de arqueología del terror contemporáneo, que enfrenta una violencia específica como es la desaparición forzada de personas y la deshumanización de sus restos. Me interesa leerla como una ciencia situada, con sus dilemas y complejidades, que opera entre huesos sin nombre (los restos anónimos) y nombres sin cuerpos (los llamados ‘desaparecidos’), en relación con violencias del pasado en escenarios como Argentina y Guatemala, y sobre todo en México, donde las fosas clandestinas se han vuelto el nuevo lugar común de un presente horrorizado.